En 1889 se graduó en el City College of New York y comenzó su actividad como broker en Housman and Company. Luego de un corto período, con las ganancias obtenidas accedió al New York Stock Exchange, al comprar una acción en U$S 18.000.
Si bien no es demasiado conocido, en los ámbitos bursátiles neoyorkinos alcanzó estatura de leyenda de la finanzas en la primera mitad del siglo XX. No en vano Soros y Warren Buffett lo mencionan como fuente de inspiración.
EL LOBO SOLITARIO
Hacia 1910 había adquirido una gran reputación como operador independiente y se lo conocía como El Lobo Solitario de Wall Street. Luego de la Gran Depresión amasó una fortuna especulando en el mercado del azúcar.
Algunas de las reglas que lo llevaron al éxito siguen teniendo una gran vigencia; vemos algunas de ellas.
Acertar es complicado, pero las consecuencias de los errores se minimizan si uno es disciplinado con los stop-losses. Ésa es la primera norma que uno se tiene que autoimponer.
Busca compañías con buenos activos reales, que produzcan bienes demandados y valorados y que tenga un buen equipo gerencial.
Claro está que operar "con el estómago" tiene sus riesgos, más en terrenos desconocidos o sobre los que no se tiene demasiada información.
Conócete a ti mismo y controla tus emociones. Saber tus prejuicios, debilidades y pasiones te ayudará a evitar errores.
Desconfía de las recomendaciones de otros y básate en tu propio juicio. Eres el único responsable de tus errores y fallos.
El éxito nace del análisis objetivo, frío y distante de los hechos y de la capacidad de separarlo del sentimiento del mercado.
El éxito nunca viene de la noche a la mañana. Para alcanzarlo hay que invertir tiempo y dinero.
El éxito se deriva de observar el futuro y ser capaz de anticiparse a él.
El mercado siempre ofrece oportunidades. Monitorea de cerca las nuevas industrias o los cambios que pueden relanzar una industria existente.
El pensamiento humano es más poderoso que cualquier tecnología. Tómate tiempo para pensar antes de actuar.
Es más importante saber vender que saber comprar. Implica disciplina tanto para no buscar ganancias más allá de lo que indica el sentido común (avaricia) como para vender con pérdidas (fin de la esperanza). A la hora de ganar, es mejor vender pronto que tarde.
Fíjate en lo que realmente hace el mercado, no en lo que tú crees que debe hacer. Las opiniones conducen a errores. Los hechos no.
Los precios de las acciones, las commodities y las obligaciones se ven afectadas por prácticamente todas y cada una de las cosas que ocurren en el mundo; lo que registran esos precios no son lo propios acontecimientos, sino las reacciones humanas a esos acontecimientos, la forma en que, a juicio de millones de personas, esos acontecimientos van a influir en el futuro.
Mantén permanentemente una parte relevante de tu cartera en liquidez para poderte aprovechar de los crashes.
Mantén una opinión sobre lo que va a hacer el mercado, pero no decidas sobre lo que el mercado hará.
Mejor concentrarse en unas cuantas acciones y seguirlas de cerca, que diversificar sin ton ni son. Enfoca tu talento.
Muestrame los gráficos y te diré las noticias.
No esperes tener razón todo el tiempo. Si has cometido un error, limita tus pérdidas lo más rápidamente posible.
No hay que tener miedo a las pérdidas. Permiten adquirir conocimiento, experiencia y disciplina.
Nunca trates de operar más allá de tus disponibilidades financieras reales.
Saber anticipar su éxito o fracaso es fuente segura de éxito.
Si una acción no te deja dormir, véndela porque algo falla.
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