Desde que llego el auge del vino siempre me causaron gracia los "estrategas" de esa loable bebida; los que hablan tomando posición basados en el precio de la botella descartando todo lo que vale menos de 30 pesos argentinos (U$S 8), o aquellos que en un restaurant frente a la botella recién abierta empiezan a hacer una pantomima acerca del color, fragancia y sabor mientras el mozo imperturbable espera el final de actuación.
Por eso me encantó el artículo de la Revista Joy escrito por Joaquín Hidalgo donde analiza a estos Idiotas del vino que van desde la presunción del que bebe vinos carísimos, al comprador compulsivo de accesorios inútiles, pasando por el conservador que sólo compra etiquetas clásicas.
Aquí les transcribo el artículo que es muy Jazzlosophy!
1. El idiota presumido Lo habrás visto más de una vez. Este tipo es el que siempre se jacta del precio que paga por los vinos que bebe. “¿Te gusta? Lo conseguí a 120 pesos”. Suele ser un consumidor inseguro, que encuentra solidez cuando se afirma en el dinero. Como en nuestro mercado hay cada vez vinos más caros, su población lamentablemente va en aumento.
2. El idiota snob Es el tipo de idiota que prefiere invertir en una conservadora de vinos, porque un compañero de la oficina tiene una, antes de comprar unas buenas botellas para beber. Después juzga su nuevo bien como si fuera un mueble –queda lindo, luce, es bonito-, pero no tiene ni idea de cómo piensa llenarla ni con qué. A su favor tiene la candidez infantil de sus elecciones.
3. El idiota amarrete Abunda entre quienes no entienden que el vino es para compartir. Este bebedor canuto es capaz de invitar amigos a una cena y convidar un vino de menor categoría del que toma todos los días. Se lo reconoce rápido porque sale de la cocina con su copa bien llena y trae una botella abierta que ofrece a sus invitados.
4. El idiota conservador Todos están equivocados, menos él. El conservador encarna una suerte de taxista que siempre te canta la justa… pero la misma justa de las últimas cuatro décadas. Aferrado a su verdad, bebe López como la última perla de la góndola, mientras desprecia todo intento por hacer vinos distintos. Descree de los varietales (“¡qué Malbec, Cabernet, ni ocho cuartos! El tinto es tinto y sanseacabó”), añora etiquetas desaparecidas hace décadas (¡vos porque nunca probaste los vinos de la bodega Furlotti!) y cree que el rosado “es para maricones”.
5. El idiota ilustrado Toma todos los cursos de cata, asiste a todas las degustaciones y lee todas las revistas especializadas. Parece ilustrado, pero en realidad sólo repite lo que lee y escucha como si cantaran los 10 mandamientos. Lo peor del caso es que antes de abrir una botella, la presenta como si fuera una pieza de museo y aburre con un largo rosario de tecnicismos (fermentación maloláctica, acidez volátil y breth son el ABC de su vocabulario). Bebe lo que dicta la crítica y asiente con gesto sesudo todo lo que opinan los demás.
6. El idiota fundamentalista Hay que admitir que lo moviliza un fin noble: beber nada más que vino. Pero llega al colmo de no compartir una copa si no hay tinto o blanco. Desprecia los destilados y cervezas como bebidas de bárbaros. Jamás le agrega al vino soda ni hielo, porque considera que eso es un sacrilegio, aún cuando está bebiendo vino patero de damajuana.
7. El idiota de bazar Si lo tenés de amigo, puede ser divertido. Atesora cuatro sacacorchos de distinto tipo, cortagotas en dos variantes, un atril para lucir la botella, un juego de personalizadores de copas y posavasos con motivos alusivos al vino. Pero si algo distingue a este idiota de los demás, es que le gusta usarlos a todos y explicar cuál su virtud frente a otras herramientas. ¿Botellas de vino? Compra una cada tanto.
8. El idiota desconfiado Se resiste a gastar más 20 pesos en una botella porque dice que arriba de ese dinero todo es “puro marketing”. Lo suyo son las marcas clásicas que, a su juicio, están desprovistas de toda inversión en marca y son puro vino, “duro y del bueno”. Considera que todo aquel que compra una etiqueta moderna y algo más cara, es básicamente un zombie que no puede pensar por sí mismo.
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