Primero les dejo un video que es sensación en YouTube, y es un atribulado hincha de River Plate (el "tano" Pasman) que lo sufre por televisión y su familia lo graba.
Después una columna del periodista Rolando Hanglin que salió en el día de hoy en el diario La Nación, relacionado con este famoso video y una opinión a la cual adhiero totalmente.
Homenaje al "Tano" Pasman
Por Rolando Hanglin
No lo conozco personalmente, pero tenemos amigos en común. Según entiendo, el señor Pasman es un hombre de clase media, de mi misma edad, proveniente de una familia de Bellavista, que desde la infancia fue educado por su padre en el amor y la veneración de River. Un club de fútbol, sí, pero sobre todo una estética y un sentimiento aristocrático del fútbol. Sus hijos lo filmaron durante el partido Belgrano de Córdoba- River y luego colgaron el video en Youtube. Escena desgarradora o desopilante, según de mire: el tipo sentado, solo, en su silloncito, a un metro del televisor, sufriendo durante todo el partido porque la gloriosa camisa (no es camiseta, es camisa) con el resultado de ese partido, se iba a la "B". Sus gritos, comentarios, insultos y lamentaciones fueron reproducidos por distintos sitios de Internet en el mundo, y la gente lo encontró exagerado. O sea, cómico.
Comparto cada uno de los alaridos de Pasman. Sus reflexiones
son la protesta de un hombre con sentido estético frente a la inmolación de un
estilo de vida. ¡Otro más!
Seguramente, Pasman y yo estamos desubicados en el tiempo,
pero no equivocados. Paso a explicar.River ya no es la élite del fútbol mundial. Es sólo un equipo que fue próspero y señorial (de ahí el apodo de "Millonarios") con una escuela refinada, que se ha perdido. Además, está rodeado del entorno que corresponde a un país del Tercer Mundo. Un país que fue rico hace ciento veinte años, y que ya no lo es.
En cierto modo, Pasman y yo compartimos la resignación ante
esta realidad. Por eso, mientras ve el partido del Fin, aúlla: "¡No les
pido que hagan 28 pases como el Barcelona, hagan dos seguidos, nada más!".
Al ver al técnico Jota Jota López en pantalla, Pasman vocifera: "¡Negro,
te pusiste la camiseta de Boca!"
Para los que no siguen el fútbol, debo explicar que López
fue, en tiempos de Norberto Alonso y otros, un gran jugador de River, formado
en su escuela, con un exquisito toque de pelota. Lo hemos considerado símbolo
de "una manera de hacer las cosas". Se educó en River. Luego, hacia
el final de su carrera, jugó en otros equipos –lo que es normal- y recaló un
par de temporadas en Boca, lo que no es normal. Esto sólo pueden comprenderlo
los hinchas de grandes instituciones que representan "una manera de hacer
las cosas", como el mismo Boca Juniors. Calculo que si un hincha de Boca
ve a una de sus grandes figuras históricas, como Antonio Rattin, Diego Maradona
o Martín Palermo, cubriéndose la piel con la camiseta de River, sentiría una
repulsión instantánea. Hay cosas que no se hacen. Hay códigos que no pueden
violarse impunemente. Y sobre todo: hay que saber ser ídolo. Un jugador que no
fue "cualquier jugador" sino maestro glorioso de un arte con millones
de fanáticos, puede mañana jugar en Italia, en España, en México, en Rosario,
en Córdoba o en cualquier club donde se gane dignamente la vida. Pero no vestir
la camiseta del rival, el archirrival, el enemigo que nos hace crujir las
tripas. Eso No lo puede hacer un ídolo.
¿Por qué un jugador hecho en River no puede vestir la camiseta
de Boca, y por qué uno formado e idolatrado en Boca no puede jugar para River?
Por tradición. Es un código exclusivo para ídolos. Para los elegidos. Un
jugador debe respetar a las personas que lo admiran, lo aplauden, lo siguen.
En estas cosas me quedé pensando cuando escuché la dolorida catarata de insultos de Pasman, idéntica a la de muchos otros riverplatenses que conozco. A veces, a uno se le nubla la razón, porque comprende que le están faltando el respeto. Jota Jota fue un notable jugador, es una buena persona y tiene derecho a ganarse la vida lo mejor que pueda. Yo soy jotajotista desde los tiempos de oro, pero debo reconocer que fue capaz de ponerse sobre la piel una camiseta de Boca. Estaba escrito que se lo iban a reprochar si las cosas le salían mal. Así fue.
Otro amigo riverplatense me confiesa sus pesares: "A
veces me levanto a la mañana, habiendo dormido razonablemente bien, y de golpe
caigo en la cuenta...¡River está en la "B"..! No lo puedo creer.
Necesito más tiempo para acostumbrarme a la idea..."
¿Por qué sucede esto? Porque River en la "A" es una tradición. Para todos los amantes del fútbol, algo se quebró en el orden del universo.
Dentro de pocas semanas, pienso hacer un viaje. Mi mujer visita a sus nietos y les pregunta si quieren algún regalito del aeropuerto. Responden:
- Sí, traeme una camiseta del Barcelona.
- ¡A mí también!- ¡A mí, otra!
Ella responde: Escuchen, chicos. En Ezeiza hay una tienda grande con todas las camisetas del mundo. Si quieren, les traigo una de la Selección Argentina, o de River, o de Boca...
- ¡No! No queremos esas camisetas. Queremos la del Barcelona.
Posiblemente sea un efecto más de la globalización. Tal vez todo esto haya comenzado con Elvis Presley o los Beatles. Hoy, los chicos son simpatizantes del Manchester United o del Inter de Milan, más que de Newell’ s o Chacarita.
Esto, lo debemos aceptar. Y ya lo estamos aceptando, porque es inevitable.
Pero, al mismo tiempo, se desbaratan otras instituciones, y se inventan tradiciones falsificadas. Por ejemplo: se habla de los raídes delictivos de las Barras Bravas como un folklore del fútbol. En realidad, esos grupos no forman parte del folklore futbolístico. Nunca existieron. Son un invento moderno. Hasta los años 60, cualquier estadio de fútbol era adecuado para una familia con hijos, y hasta existía la Platea Femenina. Eso sí fue una tradición.
Otras tradiciones: los bailes y disfraces de Carnaval. las batallas de agua en las calles de cada barrio. El pomo, las bombitas, los baldazos desde la azotea. Los rompeportones, las cañitas voladoras, los bulones y los cohetes, al comienzo del verano. Los fuegos de San Pedro y San Pablo, para el 29 de junio. Los combates de boxeo en los clubes de barrio. Los equipos infantiles de fútbol, con una camiseta comprada en la tienda de la esquina y un nombre naíf como "Unidos Venceremos". Todas las costumbres que formaron parte de nuestra niñez y adolescencia, por algún motivo insondable, han sido abandonadas. Hoy las reemplazaron Halloween, una fiesta céltica que pertenece al folklore de los Estados Unidos y cuya mística nos es ajena, sumada a la fiesta de San Patricio, una borrachera general hasta la madrugada. No sabemos ni una palabra sobre quién fue el pobre Patricio o qué se conmemora en Halloween.
Andamos a ciegas por un sendero que no nos pertenece. Sólo nos falta el pavo de Thanksgiving’s Day, para vaciarnos de cualquier residuo de personalidad. En una ciudad donde ya no hay chicos que toquen la guitarra ni monten a caballo...
Mandamos a los niños a una escuela donde tutean a la maestra y –al menor descuido- le pellizcan el traste. ¿Por qué hemos permitido esto?
Corea del Sur anunció que, para 2014, ya no se usarán cuadernos en las escuelas. Sólo computadoras de mano. Y los alumnos activarán las pantallas mediante tarjetas magnéticas. Adiós lápiz y papel, adiós goma de borrar, adiós cartuchera, adiós sacapuntas, adiós guardapolvos blanco, adiós mochila. Ese es el futuro.
Corea del Sur anda muy bien rumbeada porque sus estudiantes, en el examen PISA, están segundos detrás de los chinos de Shanghai. Nosotros, en cambio, hemos abandonado el lápiz, el cuaderno, el libro y la biblioteca entera. Los hemos reemplazado, no ya con la computadora, sino con la Play-Station.
Vayan estas palabras, acaso exageradas, en homenaje al "Tano" Pasman.
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