En México encontre un libro escrito por el argentino Roberto Alifano que se llama "El humor de Borges", que basado en los años que compartieron profesionalmente, Alifano fue anotando el particular sentido del humor y la fina ironía del genial escritor. Este libro nunca lo vi en Buenos Aires.
Alifano, quién también escribió el muy atractivo libro "Tirando manteca al techo" sobre la vida del millonario argentino Macoco Älzaga Unzué, aclara al final del libro que tuvo problemas legales con María Kodama -viuda y heredera de Borges- acerca de la publicación de ésta obra.
El particular humor de Borges está muy presente en su trabajo. Hay que tener presente que en muy pocas páginas de su obra no hay un sutil broma, una ligera burla o una ironia estremecedora. Lo mismo sucede con las reiteradas burlas que les hace a figuras emblematicas de la cultura espanola como Ortega y Gasset, Unamuno, Gongora, Cervantes, etc. Lo mismo sucede con los entrevistadores incautos que pueden quedar en ridículo y desorientados ante el fino humor de Borges.
Aqui les dejo algunos de los puntos muy divertidos del libro.
Una jóven chilena le dice:
-En mi país a usted se lo estudia, se lo lee y se lo reconoce más que en el suyo.
-Bueno, eso puede ser una prueba de que aquí seguramernte son mas sensatos que en Chile -responde Borges.
Durante la dictadura militar alguien le comenta a Borges que el general Galtieri, presidente de la República en ese momento, ha confesado que una de sus mayores ambiciones es seguir el camino de Perón y parecerse a él. “¡Caramba! -interrumpe Borges- es imposible imaginarse una aspiración más modesta“.
Borges firma ejemplares en una librería del Centro. Un joven se acerca con Ficciones y le dice: “Maestro, usted es inmortal“. Borges le contesta: “Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista“.
Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto. Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la última pregunta. “¿A qué atribuye que todavía no le hayan otorgado el Premio Nobel de Literatura?”
- “A la sabiduría sueca“.
En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo: “¿En su país todavía hay caníbales?”
- “Ya no – contestó aquél -, nos los comimos a todos.”
En plena Guerra de las Malvinas, opinó que “la Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine” y que “las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar“.
Sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: “¿Y qué vamos a hacer por nuestros jóvenes poetas?” Desde el fondo llegó otro grito, éste de Borges: “¡Disuadirlos!”
Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta. Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: “Esto le pasa a Benarós por juntarse con peronistas“.
El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para poder cruzar. Lo toca y le dice: “Borges, soy González Lanuza“.
El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: “Es probable“.
Un joven poeta se acerca a Borges en la calle. Deja en manos del escritor su primer libro.Borges agradece y le pregunta cuál es el título. “Con la patria adentro“, responde el joven. -”Pero qué incomodidad, amigo, qué incomodidad”.
El escritor argentino Héctor Bianciotti recuerda una de las tantas salidas elegantes de Borges, cuando le incomodaban los halagos de la gente: Ocurre en París, en un estudio de televisión.
-”¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores del siglo?“, lo interrogan.
-”Es que este“, evalúa Borges, “ha sido un siglo muy mediocre“.
Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su clase de literatura inglesa. Un estudiante entra y lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de las clases para rendirle un homenaje . Borges contesta que el homenaje seguramente puede esperar. Clima tenso. El estudiante insiste: “Tiene que ser ahora y usted se va“. Borges no se resigna y grita: “No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio“. El estudiante amenaza con cortar la luz. “He tomado la precaución“, retruca Borges, “de ser ciego esperando este momento“.
A principios de la década de los setenta, el escritor y psicoanalista Germán García invita a la Argentina a Daniel Sibony,matemático y psicoanalista francés. Sibony quiere conocer a Borges. Al encontrarse, el francés le pregunta en qué idioma desea hablar.
“Hablemos en francés“, propone Borges, y justifica: “Dicen que la lengua francesa es tan perfecta que no necesita escritores. A la inversa, dicen que el castellano es una lengua que se desespera de su propia debilidad y necesita producir cada tanto un Góngora, un Quevedo, un Cervantes“.
Una revista de actualidad reúne a Borges con el director técnico César Luis Menotti. “Qué raro, ¿no? Un hombre inteligente y se empeña en hablar de fútbol todo el tiempo“, comenta Borges más tarde.
En 1983, un periodista de La Nación pide a Borges su opinión sobre la Guerra de Malvinas. “Absurda“, define Borges. “Estoy triste, muy triste. Mandaron a esos pobres muchachos de veinte años a morir al sur. Tener veinte años y pelear contra soldados veteranos es algo atroz, inconcebible. Solamente en el crucero General Belgrano murieron cientos. Claro que los militares dirán que al lado de los desaparecidos esa cifra no es nada, pero no creo que les convenga ese argumento. No, no les va a convenir…”
El 10 de marzo de 1978, en la Feria del Libro, Borges se cruza con un escritor al que quiere y respeta: Manuel Mujica Lainez. Se abrazan e inician una conversación que es interrumpida una y otra vez por los cazadores compulsivos de firmas. “A veces“, se queja Borges, “pienso que cuando me muera mis libros más cotizados serán aquellos que no lleven mi autógrafo.”
En 1975, a los 99 años, muere Leonor Acevedo de Borges, madre del escritor. En el velorio, una mujer da el pésame a Borges y comenta: “Peeero… pobre Leonorcita, morirse tan poquito antes de cumplir los 100 años. Si hubiera esperado un poquito más…“.
Borges le dice: “Veo, señora, que es usted devota del sistema decimal“.
Borges y un escritor joven debatiendo sobre literatura y otros temas. El escritor joven le dice: “Y bueno, en política no vamos a estar de acuerdo, maestro, porque yo soy peronista“. Borges contestò: “Còmo que no? Yo tambièn soy ciego“.
Un periodista francés le preguntó a Borges su opinión sobre la época en que vivimos.
-Y, el hecho de que yo sea famoso- responde Borges -, es algo más que suficiente para condenarla.
El mexicano Juan José Arreola, aparte de ser uno de los grandes cuentistas de nuestro idioma, es un fiel admirador de la literatura de Borges. Cuando coincidió en EEUU con nuestro escritor, le dijo con gran ceremonia:
- Le entrego aquí treinta años de admiración.
Y Borges le respondió lleno de pudor:
- Pero señor, qué manera de perder el tiempo.
Una señora se le acerca y le dice:
- Borges, yo no he leído nada suyo.
- Me parece prudente -responde Borges- Le recomiendo que no lo haga, señora, se va a desilusionar.
-¡Qué lástima que Lugones se suicidó antes de haber concluído su biografía del general Roca, de la que ya había escrito la mitad! -le comenta a Borges una señora.
-Bueno, yo creo que empezar a escribir una biografía sobre Roca es un motivo suficiente como para llegar al suicidio -responde Borges.
Una vez en la provincia de San Juan, Argentina, un periodista le pide que defina a la mujer.
-¿Qué edad tiene usted, señor? -pregunta Borges.
- Treinta y dos años.
-Bueno, si usted no sabe a los treinta y dos años qué es la mujer, no creo que le sirva de mucho lo que yo le diga. Vaya y averigüe.
En el mismo momento que cruza la calle, Borges es interceptado por dos mujeres.
-¿Usted es Borges, verdad?
-Sí -responde el escritor-. Pero si seguimos aquí corro el riesgo de dejar de serlo en cualquier momento.
Había un señor bastante pesado de Pehuajó (localidad de la provincia de Buenos Aires) que visitaba a Borges asiduamente para recomendarle yuyos para prevenir enfermedades.
Un día Borges le preguntó si conocía aquella famosa copla de Pehuajó y comenzó a recitarla mientras la inventaba:
En el medio de la plaza
del pueblo de Pehuajó...
hay un letrero que dice
la puta que te parió.
y el señor le contestó: "Sí, Borges, ya la conocía, está escrita al lado del monumento a San Martín".
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