La lectura forma parte del placer y de la felicidad de aquellos que tienen más que ver con la plenitud que otorga la utilización de las facultades mentales como son la fantasía, la memoria, la imaginación, la emoción, el raciocinio y la inteligencia cuando se unen para construir un mundo de ficción autónomo de la realidad en que se fundamenta y al mismo tiempo tan real como la misma realidad.
Pero, además, la lectura constituye un recurso espléndido en los largos periodos como el actual, en el que los periódicos y los canales de televisión, a los que recurrimos en busca de información u ocio, no ofrecen más que vulgaridad y contenidos vacíos. Y la lectura entonces constituye un refugio que me compensa de un mundo informativo que cada vez me gusta menos.
Nada es más fácil que poner de manifiesto las ventajas de la lectura sobre la ausencia de lectura, la benéfica influencia que tiene sobre todos nosotros y el placer que nos proporciona.
Leer acelera el ritmo de nuestra inteligencia, la fortalece y la enriquece, del mismo modo que caminar fortalece los músculos de las piernas y nos hace más ágiles.
Esto es elemental y uno se pregunta tantas veces cómo los padres tan aficionados a que sus hijos hagan toda clase de deportes, desde el rugby al ajedrez, no se preocupan de que sus hijos desarrollen al mismo ritmo las facultades mentales cuya inmovilidad es muchas veces la responsable de los fracasos escolares.
Pero, además, esa misma inteligencia va adquiriendo con la lectura tal confianza en sí misma que, al poner a debatir su propio parecer con los pareceres múltiples que le ofrece la lectura, adquiere su propio criterio frente a todos los acontecimientos que la vida nos ofrece. Es en buena medida gracias a la lectura que la inteligencia deja de ser susceptible de ser manipulada, al menos en parte, y comienza y afianza su propio camino hacia la libertad.
Además, la lectura nos convierte en creadores. El texto que leemos pasa inevitablemente por nuestra experiencia, nuestra imaginación y nuestra fantasía, gracias a las cuales somos capaces de interpretarlo y de hacerlo nuestro, de tal modo que el resultado de la novela, del relato o incluso del ensayo que hemos recibido lo recreamos en función de nuestra propia interpretación. Es ahí donde reside la grandeza de la creación: todo el que bebe de ella no sólo participa de la creación del autor, sino que a partir de ella crea su propia historia.
Leer es viajar, es conocer otros mundos que viven como nosotros en el planeta, pero también es conocer otros ámbitos de pensamiento tan válidos como los nuestros. Leer es sumergirse en la vida de otros personajes, es detestar y amar y comparar, es sentir complicidad con el pensamiento de un ser que tal vez nunca conoceremos o disentir de otro entendiendo los elementos que nos separan de él. Leer es tener muchas vidas, es abrirnos mil posibilidades, es tener la opción de conocer y de reconocer el pasado y el presente, y ¿para qué negarlo? es un camino que nos conduce inevitablemente al centro mismo de nuestro propio yo: conocerse al fin, saberse, aceptarse y por lo mismo aceptar a los demás.
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