Todo comenzó en 1963 cuando la empresa holandesa Philips patentó y lanzó al mercado los primeros reproductores de cassette, llamados originalmente “cassette compacto”.
El objetivo era alcanzar un segmento de mercado desatendido; el de poseer un equipo portátil y de fácil transporte. Al principio no tuvo mayor repercusión ya que competía con la asentada cinta magnética virgen (carrete) y encima en esta época los cassettes tenían inhabilitada la posibilidad de grabar, solo reproducían.
A principios de los ’70 la calidad de reproducción mejoró gracias a la incorporación de los sistemas de reducción de ruidos Dolby, lo que atrajo a nuevos consumidores que buscaban mayor fidelidad. En ese momento las empresas Ampex, Sony y TDK comenzaron a producirlos en masa y se sumaron a su difusión mundial; pero a mediados de los ’70 Maxell y TDK se repartían el mercado.
También para esta época se terminó de consolidar a nivel masivo la venta de autostereos que permitían escuchar los cassettes en el automóvil.
A inicios de los ’80 Maxell introdujo la cinta de metal, obteniendo mejor calidad de sonido lo que llevó a las empresas discográficas a lanzar simultáneamente los LPs y los cassettes, sumado a que Sony lanza uno de los inventos más revolucionarios del Siglo XX: El Walkman.
Estos pequeños reproductores de cassettes con auriculares le permitían al usuario escuchar su música en cualquier momento y lugar. Más tarde los walkman incorporaron sintonizadores de radio AM/FM, dándole más libertad al usuario a la hora de elegir su música.
Para los que no vivieron esa época, el Walkman significó la misma revolución social que produjo el reproductor de MP3. El usuario podía grabar en un cassette la selección musical que quisiera y llevarla consigo donde quisiera.
También fueron las primeras quejas de las discográficas acerca de la piratería.
El boom de poder transportar la música y mejorar la calidad sonora llevó a que afines de los ’80, las empresas desarrollaran dos nuevos formatos: el DAT y el MiniDisc, lo que significó el principio del fin para los formatos analógicos y el primer gran paso para el desarrollo de los formatos digitales con las compañías Sony y CreativeLabs a la cabeza.
Philips intentó retomar el liderazgo con la introducción del Cassette Compacto Digital (DCC), pero fracasó y lo abandonó en 1996. Lo mismo le sucedió a Sony con su MiniDisc que buscó posicionarse entre el cassette tradicional y el novedoso CD, ofreciendo una capacidad de almacenamiento mayor al cassette en un tamaño menor al CD.
Por su parte el DAT fue aceptado para uso profesional porque permitía grabar sin pérdidas de calidad.
Otro mercado interesante fue el de los microcassettes, que permitía grabar voz en una calidad óptima y un tamaño menor. Se desarrolló en contestadores automáticos y en los llamados “grabadores de periodista”.
Los años ‘80fueron lo de máximo esplendor del cassette. Cada uno de nosotros los tenía: originales o grabados.
Otra moda de aquellos años era grabar cassettes de la radio. Las novedades y los conciertos eran lo más buscado. No había nada mas odioso que la voz del locutor interrumpiendo la canción. Si era muy divertido escuchar la extraña mezcla que quedaba, donde por ejemplo en mi caso, convivían Juan Manuel Serrat con Pappo y Eric Clapton con Frank Sinatra.
Los grabadores doble cassettera nos solucionaron el problema de copiar un cassette a otro cassette.
La mayor pesadilla era cuando el cassette comenzaba a patinar; eso significaba que la cinta se estaba enganchando en alguno de los bujecitos del sistema y quedaba hecha un acordeón. Ahí la solución era desarmar el cassette, cortar la cinta, volver a empalmarla con un pedacito de cinta “Scotch” o “Durex” y perder parte de la canción; o bien aguantarse que ese segmento suene mal, lo que para los puristas del sonido significaba una herejía.
“Ha muerto el cassette, viva el cassette!”
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